1.2.10

Y luego las llams y los hielos de los infiernos (Noves formes, nous àmbits; A. Grabulosa)

08:00:00

Lo previo es siempre cagar. Llegar a la oficina, colgar el abrigo e inaugurar ese retrete que todas las noches, sin falta, es limpiado, desinfectado y desodorizado. Prefiere utilizarlo antes que nadie. Se apresura para que así sea. Ser el primero tiene sus ventajas. Cagar confortablemente, higiénicamente. Cagar felizmente y agradecidamente a quienquiera que sea el artífice de la limpieza. Cada mañana, sentado en el impecable retrete, sin saber muy bien por qué o fingiendo no saberlo o sabiéndolo aunque privándose de reconocerlo, imagina a una chica joven y emigrante, tal vez árabe, tal vez dominicana, de piel morena en cualquier caso, empujando un carrito repleto de líquidos y enseres hasta ese sucio rincón del piso 99. La imagina con un culo enorme bajo la falda azul y con un rostro casi porcino. La imagina remojando, frotando, secando, perfumando. Sudorosa, ella. Imagina su fatiga, sus andares paquidérmicos, su habla defectuosa, hasta sus tarareos y sus tartamudeos resuenan en esos actos rutinarios de fabulación. Los demás actos rutinarios se cumplen siempre metódicamente: hojear el periódico de principio a fin, tirar de la cadena y salir del baño sin volver la vista atrás.

08:14:00

Los de arriba son los grandes y los de abajo los pequeños. Los de arriba, los del banco de inversiones Cantor Fitzgerald, ocupan enteras las plantas 101, 102, 103, 104 y 105. Los de abajo ocupan dos sectores insignificantes de las plantas 99 y 100. Los de arriba cuentan con 658 empleados y gestionan incalculables patrimonios del mundo entero. Los de abajo cuentan con 21 empleados y gestionan humildes carteras de ahorro familiar. Para los de arriba, los de abajo son los hippies de las finanzas, pues invierten en acuicultura, molinos de viento, placas solares, centrales hidroeléctricas, cultivos ecológicos, ganado ecológico, harina ecológica, tulipanes holandeses, biocombustibles, plantas desalinizadoras, parques de investigación científica y grandes cooperativas. Los abajo, los hippies, todavía no disponen de mote alguno para designar a los de arriba.


08:19:43

Tras la mesa del despacho, un enorme y límpido ventanal. Tras el ventanal, la casi reverberante bahía de Manhattan, el casi eterno puente de Brooklin y un casi océano sin casi fin de ladrillo rojo y esquinas gemelas. Mucho más allá, donde los ojos sufrientes apenas alcanzan, parques de atracciones, norias astronómicas y el decadente ánimo de Coney Island.

08:21:00

En los anaqueles, gruesos y tórridos volúmenes de finanzas, derecho, economía y anatomía de la globalización. Libros de tapa dura y texto venenoso. Lecturas insufribles, mas indispensables. Hubo tiempos mejores. Por lo menos eso sospecha la bendita memoria, la muy bendita prostituta. Hubo tiempos vertiginosos y vibrantes. Tiempos para la diversión y la desobediencia, para la literatura y la revolución. Para la irreverencia. Para el sexo y el libertinaje. Sin embargo, de todo aquello, poco queda. Poco, o casi nada. Tan solo algún ligero escalofrío ante la rebeldía, algún antídoto contra el embotamiento, alguna pataleta casi risible, el recuerdo de un mayo incendiario, de una ideología omnipotente, de una clase obrera agitada, espoleada, sublevada, valerosa. Solo eso queda. Eso y tres montones de chatarra: uno para las promesas violadas, otro para las palabras indecibles y el último para las citas aprendidas y medio olvidadas: Fui a los bosques porque quería vivir sin prisa. Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida. Abandonar todo lo que no era vida, para no descubrir, en el momento de mi muerte, que no había vivido.

08:23:38

En la agenda, una fecha: 11/09. Escasos compromisos para este martes soleado. Algunas llamadas pendientes. Algunas gestiones impostergables. Un envío. Un desayuno a las diez y media. Una visita a las doce. Comida italiana. Por la tarde, dos clientes y una reunión.

08:24:46

En el escritorio, una foto de familia: él, la esposa, el hijo y un bello paisaje otoñal. No es lo que parece ser. El fondo es un decorado. Las sonrisas son sólo un amago, una concesión a la insistencia del fotógrafo. El hijo, a quien cree querer, es medio inútil y tartamudo. Un chaval atascado en demasiados sentidos. Un laberinto de oraciones inalcanzables, de actos fallidos, de tropezones. Un atontado, a su pesar. Tres meses atrás, sin ir más lejos, se graduó en la universidad. Durante los días siguientes mandó 731 sobres con su currículum y desde entonces permanece tumbado en el sofá esperando la llamada de la suerte. La mujer, a quien cree amar, vive obsesionada con el bienestar, con mantener el cuerpo en solfa y la mente en equilibrio: respirar, meditar, relajar, estirar, nutrir, fluir. Y su gran fijación: cagar. Cagar entre dos y cuatro veces al día, cagar fino y sin esfuerzo. Cagar como quien bosteza. Celebrar la gravitación y los prodigiosos efectos de ese cóctel de prebióticos y probióticos que complementan su dieta. Inulina y Lactobacillus. Cebollas y yogures. Semillas y fermentos. Cada noche, antes de acostarse, hay un momento para el diente de ajo y los agrios comprimidos de Bifidum, para el regocijo intestinal y el delicioso recuerdo de los pedacitos de mierda que ha ido depositando por ahí a lo largo del día.

08:33:59

Tiene una amante, aunque prefiera ir de pesca. Tiene amistades, aunque prefiera las moscas. Tiene amigos para el ocio, para el diálogo, para las compras, aunque prefiera el tedio, el silencio, ir sin ropa. Incluso tiene amigos para las putas, aunque prefiera la amante, a falta de pesca, a falta de moscas.

08:37:06

Los mercados se desperezan y las cifras empiezan a fluctuar. El día arranca lento. La actividad, por ahora, es menor a lo habitual. Desde su escritorio domina todas las mesas y todos los empleados. Sabe perfectamente cual de ellos se levantará para invitarle a un café, cual se disculpará por el retraso, cual espera un gesto de gratitud por haber plegado tarde ayer, cual inventará una excusa para escaquearse, cual se hará el ofendido, cual le mareará con tonterías, cual le consultará un trámite banal y cual sacará el tema de los deportes, sabe cual hará su trabajo y cual hará el de los otros, sabe cual le sacará de quicio, cual padecerá un amago de pánico y cual no se alterará ante la presión, sabe cual se quejará de su esposa y cual lo hará de un compañero, cual es el apocado y cual el engreído, sabe cual lo adulará y cual lo juzgará, sabe detectar la ingenuidad y la astucia, sabe ser perspicaz ante el honesto y bobo ante el mentiroso, sabe ceder y amedrentar, sabe como comportarse y como tratar cada asunto. Vaya rebaño, piensa.

08:41:00

El mundo se ha convertido en un lugar demasiado previsible y, a sus cincuenta y tantos años, teme el dolor y el sufrimiento, pero no la muerte. Sin duda, y lo sabe desde hace tiempo, la reconocería de un solo vistazo (estar preparado y ser receptivo son casi la misma cosa), la saludaría como a un viejo amigo (aunque sin excesivo ímpetu) y emprenderían juntos el camino hacía la nada o hacia cualquier otra parte. Si le hubiesen dado a elegir, probablemente se habría decantado por algo instantáneo e imprevisible, aunque convencional: tal vez un accidente atroz, una debacle en el corazón, dos disparos certeros por la espalda. Bang, bang. Pero jamás habría llegado a acertar un final tan hermoso. Jamás habría llegado a pensar que la muerte, que su muerte, acudiría al festín en traje de etiqueta. El trasto descomunal de American Airlines, con el fuselaje plateado resplandeciendo bajo un sol increíble, se dirige hacia el piso 99 de la torre norte a más de 700 Km/h. El rumbo está fijado y no hay maniobra rectificación posible. Sin embargo, a diferencia de los otros (de los que chillan, de los que intentan escapar), él no grita, no huye. No hay tiempo para mucho más. Permanecer tras el ventanal, ajustarse la corbata y contemplar, en última instancia, la expresión serena del piloto, un chico joven y emigrante, tal vez árabe, tal vez dominicano, de piel morena en cualquier caso. Entonces, ya entre nubes de fuego y aludes de chatarra, un pensamiento casi póstumo, una cita aprendida y medio olvidada:


08:46:40

Dejadme decir para empezar que no perdono a nadie. Os deso a todos una vida atroz y luego las llamas y los hielos de los infiernos y un honroso recuerdo en las execrables generaciones venideras.

1 comment:

  1. Las técnicas de repeticiones me parecen muy acertadas en el relato, así como algunas adjetivaciones. También le detecto un tono Palanhiuk que da escalofríos. ¡Ichhhhhh!

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